El carácter polisémico del vocablo Transporte

Generalmente se concibe al transporte (del latín trans, «al otro lado», y portare, «llevar») como a la actividad humana que permite al traslado de un lugar a otro de algún elemento, en general personas o bienes. El transporte es una actividad fundamental dentro de la sociedad que permite la producción y reproducción de la vida material y cultural en cada tiempo histórico. Esa función permite establecer vínculos entre actores sociales dispersos en el territorio, sea un ciudad, un país o el mundo en su conjunto, y esas interrelaciones conforman ciertos flujos que movilizan personas y bienes permanentemente para garantizar la vida social.

Cuando hablamos de transporte nos damos cuenta rápidamente del carácter polisémico del término y los múltiples significados, acepciones, dimensiones y aristas que posee.

Podemos pensar al transporte en sus dimensiones económicas relativas a la forma en que se mueven por el país la producción, por donde se exportan e importan sus productos, así como las relaciones que se establecen entre ciudades y regiones. En su dimensión medioambiental el transporte es uno de los principales factores del calentamiento global, del deterioro de regiones y de la explotación excesiva de los recursos naturales para su realización, ya que su matriz imperante es la del motor de combustión interna y de la extracción de petróleo.

También podemos pensar desde otra dimensión. Existirán así pares dicotómico, como por ejemplo aquellos que diferencian al transporte urbano del interurbano, asó como los que separan cargas de pasajeros, o los modos terrestres de los no terrestres. Inclusive entrar en la discusión si conviene transportar por ferrocarril o por camión una determinada carga, si el ferrocarril de pasajeros interurbano debe existir, si se debe garantizar la intermodalidad o la intramodalidad, o si deben ser públicos, privados o mixtos los servicios de transporte. Como vemos, entramos en una dimensión política, ya que esta actividad es también estratégica para un país, una región o una ciudad.

Quien controle al transporte controla el desarrollo social, político y cultural de un territorio. Así es como existen enfoques de oferta (centrado en los hacedores de la infraestructura) y enfoques de demanda (basado en que flujos son necesarios dentro de un territorio) y se va conformando una serie de actores, instituciones y reguladores que comúnmente se llaman el “mercado” del transporte: allí conviven desde los dueños de los colectivos hasta las empresas armadoras de barcos; desde una asociación de consumidores de transporte público hasta los poderosos gremios de del transporte; desde una humilde secretaría de tránsito de un municipio hasta el ministerio de interior y transporte de la Nación).

Pero adicionalmente existe otra dimensión para ser analizada que son los aspectos sociales que se manifiestan claramente en que incluye y que excluye un determinado modelo de transporte. Algunas preguntas para hacerse: ¿cuales son los costos objetivos y subjetivos de un viaje? ¿Puedo trabajar, estudiar, divertirme, encontrarme con amigos sin trasladarme? ¿Como ejerzo mis derechos sin movilizarme? Muchos países han legislado sobre del derecho a la movilidad como garantía de acceso al resto de los derechos, siendo esta nueva generación de derechos una ampliación de los derechos humanos.

Ya no interesa que exista la posibilidad de viajar, en la jerga de transporte de que exista conectividad, sino que sea real la concreción del traslado, llamado accesibilidad, y en donde ese acceso tenga también un valor económico, social y cultural. Aquí radica el porqué de los subsidios al transporte, justamente para garantizar al capital que la masa de trabajadores puedan trasladarse a sus empleos (sean formales o informales), escuelas, hospitales, y adicionalmente puedan consumir los bienes y servicios que la sociedad le provee generando así una mayor recaudación vía impuestos directos e indirectos por parte del Estado.

Aristas tales como las migraciones internacionales sean estas voluntarias (como por ejemplo las que conformaron nuestro país desde Europa entre mediados de los siglos XIX y principios del XX, o durante el siglo XX de países limítrofes) o forzadas (como las movilizaciones de indígenas producidas desde la conquista española de América hasta la mal llamada Conquista del Desierto de la Patagonia, o a escala mundo los campos de refugiados por cada una de las guerras actuales); otras aristas como el terrorismo, el contrabando y el narcotráfico y los números controles que impone en aduanas, estaciones y aeropuertos. El simple ocio de las vacaciones implica una función transporte muy importante que puede generar caos de tránsito en cambio de temporada en la costa atlántica y sus rutas de acceso, o puede problematizar el trabajo de un puerto de contenedores en la competencia con la llegada de cruceros de pasajeros.

Como podemos observar transporte es todo esto que narramos y mucho mas aún. Inclusive a escala mundo se debate respecto de la pertinencia de seguir utilizando el término o de su reemplazo definitivo por el mas abarcador “movilidad”. La movilidad está en el centro de la escena. Todo en el mundo parece en movimiento, las personas, los bienes y la información, y por supuesto el conocimiento científico. El giro de la movilidad (en inglés “mobility turn”) intenta superar y trascender la dicotomía entre las investigaciones en transporte y las investigaciones sociales, poniendo las relaciones sociales que interactúan en los traslados y conectando las diferentes modos de transporte con complejos patrones de experiencia social comunicando a la distancia. Ya no nos centramos en la acción de traslado sino en como estamos trasladando. No interesa que el Ferrocarril Sarmiento pueda transportar 1200 pasajeros en un tren desde Moreno hasta Once, sino que importa cual es la experiencia de ese viaje y en función de ello como mejoramos las prestaciones de los servicios de cara al usuario.